En el momento más crítico para Europa de las últimas décadas, el presidente del Gobierno está hipotecando la posición de España en el mundo por su propia debilidad personal y política. Mientras los grandes Estados de la Unión Europea se conjuran en torno a un potente plan de defensa para hacer frente a la amenaza de Rusia, Pedro Sánchez acudió ayer a la reunión del Consejo Europeo en Bruselas con la intención de rebajar los compromisos del rearme. La razón se mostró desnuda en Madrid esa misma mañana: su socio de Gobierno, Sumar, votó en el Congreso de los Diputados no solo en contra de aumentar el gasto militar, sino a favor de una propuesta tan extemporánea, y tan marginal en Europa, como la salida de España de la OTAN.
El escenario geopolítico ha cambiado muy rápidamente. Ahora la mayoría parlamentaria que invistió a Sánchez no impugna una medida anecdótica, sino el compromiso de carácter existencial en el que se ha embarcado la UE. Cuando están en juego la seguridad y la democracia de toda Europa, la posición que adopte España en el mundo es una decisión de tal trascendencia que no puede tomarse en clave estrictamente personal. Son los españoles quienes deben pronunciarse, a través de sus representantes en las Cortes.
Está ocurriendo lo contrario: carente de mayoría social y también parlamentaria, el presidente hurta la palabra al Congreso y decide situar a España entre los países que buscan descafeinar la respuesta comunitaria a este desafío histórico. Ayer en Bruselas, Sánchez cuestionó el «enfoque» del Plan Rearmar Europa y del Libro Blanco sobre Defensa presentados por Ursula von der Leyen, rechazando el término «rearme» por su enfoque militarista. Su propuesta pasa por emplear palabras más dulces como «seguridad» y «defensa», y por poner el énfasis en la «tecnología» por encima de las armas. La discrepancia no es solo terminológica.
Atado a una coalición de fuerzas contrarias a los compromisos europeísta y atlantista, y entre invocaciones al «poder blando» y a la paz, el presidente pretende suavizar el esfuerzo requerido a España -el país de la OTAN que menos invierte en defensa- incluyendo en el cómputo partidas vinculadas a la ciberseguridad o la lucha contra el terrorismo. La realidad se impuso este jueves al término de la cumbre. Europa está decidida a comprar de forma «urgente» lo que verdaderamente incrementará su capacidad de disuasión: misiles, artillería, drones, sistemas de defensa...
España se mantiene en el consenso europeo -del que este jueves se descolgó una vez más la Hungría de Viktor Orban- y, de la mano de Giorgia Meloni, ha logrado incorporar el objetivo de reforzar la seguridad de las fronteras del sur. Sin embargo, nuestro país se está distanciando del timón de mando de la UE. En este inquietante contexto se inscribe el anuncio, en pleno Consejo, de que Sánchez se reunirá con Xi Jinping en China.
El presidente carece de mayoría parlamentaria para adoptar un rumbo que condicionará a las próximas generaciones. En estas circunstancias, cualquier gobernante sensato tomaría la única decisión responsable: convocar elecciones.